domingo, 31 de marzo de 2013

Erika, la dama y el turco


Sin que esos dos se enteren, ella hace un trío del dúo. De pronto algún órgano comienza a activarse dentro de ella, sin que pueda controlarlo, a tiempo doble o aún más veloz. Una fuerte presión en la vejiga, un sufrimiento molesto que la acosa cuando se excita. Siempre ocurre en el instante más inoportuno, si bien aquí tiene a su alrededor un territorio de kilómetros y kilómetros en el que esta presión natural y sus resultados podrían desaparecer sin dejar huella alguna. La dama y el turco le ofrecen el ejemplo de un tipo de actividad. Erika reacciona involuntariamente con un ligero picor. ¿Era lo que quería o no? La presión interior se hace cada vez más molesta. La espectadora se ve obligada a modificar su posición encuclillada para aliviarse y atenuar esa presión que pica y oprime. Ya es muy urgente. Quién sabe cuánto tiempo más podrá resistir. Y precisamente ahora es absolutamente imposible. El picor y el ruido del roce aumentan; Erika no sabe si acaso ha sido ella misma quien intencionadamente ha dado el impulso, lo que desde luego sería absurdo. Ella ha empujado una rama y la rama se desquita haciendo ruido.

(La pianista, Elfriede Jelinek)


Telo Hotels. Hana Jakrlova

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