domingo, 31 de marzo de 2013

Erika, la dama y el turco


Sin que esos dos se enteren, ella hace un trío del dúo. De pronto algún órgano comienza a activarse dentro de ella, sin que pueda controlarlo, a tiempo doble o aún más veloz. Una fuerte presión en la vejiga, un sufrimiento molesto que la acosa cuando se excita. Siempre ocurre en el instante más inoportuno, si bien aquí tiene a su alrededor un territorio de kilómetros y kilómetros en el que esta presión natural y sus resultados podrían desaparecer sin dejar huella alguna. La dama y el turco le ofrecen el ejemplo de un tipo de actividad. Erika reacciona involuntariamente con un ligero picor. ¿Era lo que quería o no? La presión interior se hace cada vez más molesta. La espectadora se ve obligada a modificar su posición encuclillada para aliviarse y atenuar esa presión que pica y oprime. Ya es muy urgente. Quién sabe cuánto tiempo más podrá resistir. Y precisamente ahora es absolutamente imposible. El picor y el ruido del roce aumentan; Erika no sabe si acaso ha sido ella misma quien intencionadamente ha dado el impulso, lo que desde luego sería absurdo. Ella ha empujado una rama y la rama se desquita haciendo ruido.

(La pianista, Elfriede Jelinek)


Telo Hotels. Hana Jakrlova

jueves, 14 de marzo de 2013

El bolso de Betania


New York, New York (Pandora's Box). Susan Meiselas 


(...) Tras los cristales caía un bloque de agua central y a los lados se descomponían pequeñas lluvias menores. Orienté mis radares en dirección a Betania y observé con disimulo que ella estaba haciendo aquello que más podía conmoverme. Buscaba algo en su bolso, y en su repaso iba esparciendo jovialmente objetos sobre la mesa, un peine, una billetera, una polvera ovalada simulando un caparazón de tortuga, un pincel para las pestañas a escala liliputiense. Yo no me movía, no respiraba, me encontraba desarmado ante ese involuntario strip-tease, y cuando ella, Betania, harta al fin, puso boca abajo el bolso y del cofre de los tesoros se desprendió una risueña llovizna de clips y monedas y brillantes abalorios, sentí la cercanía de una explosión orgiástica.Hundí la vista en el bolso saqueado, con su abertura lasciva y su mueca indecorosa, un estuche casi negro, aplastado, un poco rozado en las esquinas, luciendo su forro membranoso como de ala de mosca y los dientecillos de la cremallera. Sobre la mesa quedaban los rescoldos de una vida. A su lado la mujer me ofrecía sin palabras aquella gran flor carnosa que esperaba ser llenada de nuevo, saciada, hambrienta de oportunidades. Yo no podía más. Me acerqué tambaleándome y con una voz que no era mía le pedí permiso a Betania para meterle las cosas.La aventura duró veinte días, lo que duraron las lluvias.


(Seda salvaje, Eloy Tizón) 





miércoles, 6 de marzo de 2013

La gota del recuerdo

Hannah. Philip Lorca diCorcia


La cuota de secretos compartidos por años de encontronazos incluía el conocimiento de fobias y temores, de admiraciones y rencores, y la necesaria posesión de las claves para la activación más sutil y eficaz de sus resortes sexuales. El Conde recordó cuánto le agradaba a ella que él le lamiera el clítoris con un movimiento punzante de la lengua, dejando correr su saliva hacia las aberturas de la vagina y el ano, al tiempo que las palmas de sus manos frotaban los enardecidos pezones, y él sentía al fin la tensión profunda del vientre de la mujer, la alteración de sus inspiraciones y exhalaciones, advertencia del desborde en cascada del silencioso orgasmo. Percibiendo cómo se le recogía el escroto y una gota lasciva le recorría la uretra, el hombre disfrutó del recuerdo de las artes aplicadas por Tamara para hacerlo gozar con toda la plenitud posible...


(La neblina del ayer, Leonardo Padura)


domingo, 3 de marzo de 2013

Sabor a sol



Un lugar donde vivir. Ciuco Gutierrez

Le quitó la camiseta de tirantes, la olió en su crema de sol, le pasó la lengua por los rincones de sabor a piscina como quien decide pasar unas horas en la playa. Hubo un momento en que el disco calló. Él seguía lamiendo centímetro a centímetro su vientre, sus muslos, su coño y ella sintió que de nuevo estaba en el fondo de la piscina y otra vez movió el cuerpo para nadar, para sentirse libre, mujer pez, bajo la lengua húmeda de Iñaki. Nunca la había amado con tanta lentitud, así que cuando la penetró tuvo la sensación de que tendría que moverse más para que el líquido de esa piscina la llenase hasta arriba.

(La fragilidad de las panteras, María Tena)



viernes, 1 de marzo de 2013

La mitad sur

This spring. Larry Sultan


... el sesgado crustáceo de cuatro patas que ha formado nuestro abrazo empieza a desplazarse lateralmente hacia el fondo de la habitación, donde está la cama; pero de pronto yo empiezo a presionar en otra dirección.

Ahora el cangrejo describe un arco, vuelve atrás. Mientras pasa ante la mesita del desayuno emerge un brazo blanco; en el extremo del brazo hay una mano, la mano coge el mantel de algodón adamascado. El cangrejo vuelve hasta el escritorio, se divide en dos. Y enseguida, como las células cuando se reproducen, también la mitad que soy yo empieza a dividirse en dos.

Me levanto las faldas, me quito las bragas. Realmente no sé qué me ha dado. Me siento, conecto el magnetófono, me acomodo el mantel sobre las rodillas, como la manta de un paralítico. ¿Te acuerdas? Ahora la escisión de la célula Valentina se ha cumplido. La mitad norte apoya una mano sobre el hombro de Ante y lo empuja hacia abajo hasta hacerlo arrodillarse en el suelo. Y mientras él desaparece bajo el mantel (donde está escondida la parte sur, pero no me concierne), la parte norte dice:

–Tengo que terminar un trabajo.


(Efectos personales, Francesca Duranti)