jueves, 14 de marzo de 2013

El bolso de Betania


New York, New York (Pandora's Box). Susan Meiselas 


(...) Tras los cristales caía un bloque de agua central y a los lados se descomponían pequeñas lluvias menores. Orienté mis radares en dirección a Betania y observé con disimulo que ella estaba haciendo aquello que más podía conmoverme. Buscaba algo en su bolso, y en su repaso iba esparciendo jovialmente objetos sobre la mesa, un peine, una billetera, una polvera ovalada simulando un caparazón de tortuga, un pincel para las pestañas a escala liliputiense. Yo no me movía, no respiraba, me encontraba desarmado ante ese involuntario strip-tease, y cuando ella, Betania, harta al fin, puso boca abajo el bolso y del cofre de los tesoros se desprendió una risueña llovizna de clips y monedas y brillantes abalorios, sentí la cercanía de una explosión orgiástica.Hundí la vista en el bolso saqueado, con su abertura lasciva y su mueca indecorosa, un estuche casi negro, aplastado, un poco rozado en las esquinas, luciendo su forro membranoso como de ala de mosca y los dientecillos de la cremallera. Sobre la mesa quedaban los rescoldos de una vida. A su lado la mujer me ofrecía sin palabras aquella gran flor carnosa que esperaba ser llenada de nuevo, saciada, hambrienta de oportunidades. Yo no podía más. Me acerqué tambaleándome y con una voz que no era mía le pedí permiso a Betania para meterle las cosas.La aventura duró veinte días, lo que duraron las lluvias.


(Seda salvaje, Eloy Tizón) 





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