lunes, 11 de enero de 2016

GM604

Foto de la videoinstalación de Ragnar Kjartansson:
The Visitors (2012)
Hubiese preferido grabar su voz con el móvil, me gusta lo que cuenta y nunca logro recordar los detalles, pero no quiero que se cohiba, que piense que voy a utilizar lo que dice, palabra por palabra, como material literario. Y es casi así, realmente. A menudo me pregunto por qué hacemos esto los escritores, por qué nos comportamos como caníbales, como depredadores de historias ajenas. Pienso en Jannet Malcolm y en su concepto "asesino" del periodista; su postura, su  actitud, moralmente indefendible, y no puedo evitar compararla con la del narrador. Periodista, escritor, narrador, qué más da. Jibarizamos de un modo parecido, con mayor o menor ensañamiento, con una postura tomada de antemano, a favor o en contra de nuestros entrevistados o de nuestros personajes. Y me vienen a la cabeza, también, ese consejo de Banville a los jóvenes que escriben: "Dejad la literatura. Haréis daño a vuestras familias, los avergonzaréis".

Y, sin embargo...
Pienso en ese verso de Kobayashi Issa: "Y, sin embargo", con el que termina un haiku que habla del instante inmutable y suspendido en que el mundo es contemplado bajo su capa silenciosa de rocío. Ese "y, sin embargo" que abre la grieta de la incertidumbre, de lo imprevisible. El pensamiento que se rebela y se revela. Que contradice. Que no acaba de estar de acuerdo.
No hagáis daño a vuestras familias, no. Pero sabed que eso no es necesario. Que hay una manera de enfocar los hechos más humana o posthumana, si se quiere –Posthumana soy yo con mi tablet, me enseñó Rosi Braidotti en aquella entrevista–. Una forma de convertir la experiencia del otro en un cuento bueno, lenitivo, o por lo menos esperanzado. Tan esperanzado como el GM604, de los Laboratorios Genervon, del que hablaré luego, en algún momento, supongo.

(©maríajosécodes)