domingo, 17 de febrero de 2013

Otro ángel oscuro


Empuja la puerta para cerrarla, pero antes de que lo haga Eusebio se adelanta, como un intruso, y pone sus dedos en el quicio, sofocado. Marcia le observa un instante con susto, pero al ver que él se detiene allí, en el borde mismo de la puerta, no grita ni hace nada. Se queda mirándole extrañada: ojos quietos, templados, apacibles. En su rostro hay un gesto manso: deleite o alegría. Eusebio se da cuenta y le sonríe. "¿A qué se dedica?", pregunta sin discreción. Ella no se ofende por la curiosidad, por la impertinencia. Aprieta los labios con coquetería: "Contabilidad, informática, administración de empresas", dice silabeando. Eusebio ríe la burla y aprovecha esos segundos de mudanza para examinar la oreja de Marcia, el lóbulo sin pendiente, el cartílago curvado. A Eusebio le gusta morder la oreja de las mujeres, metérsela por completo dentro de la boca y recorrer sus fosas con la punta de la lengua: siente deseos de acercarse a Marcia, apartarle el pelo hacia la nuca y comenzar a lamerle los surcos del oído, pero sabe que no puede hacerlo sin recibir antes una orden.

(La mujer de sombra, Luisgé Martín)



Edward Weston

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